Los lunes solo molan si estás de vacaciones. El resto del tiempo, es una larga y lenta tortura que te recuerda lo mucho que queda para el fin de semana.
1. Tomes el café que tomes, sigues teniendo sueño: da igual que termines con las reservas de Colombia, no va a parecer suficiente para despertarte (y encima como te pases, te va a entrar la cagalera). Solo hay una cosa peor que esto, que NO haya café.
2. Sientes que no has aprovechado lo suficiente el finde: tenías un montón de expectativas, ibas a salir a correr, a cocinar algo rico, a cuidarte, a socializar…y lo has pasado durmiendo cual oso hibernando, pegado/a a la pantalla del ordenador y /o recuperándote de la resaca del viernes. Sí, te has dado cuenta una vez más de que eres viejoven.
3. Porque viajar en transporte público se hace más pesado que otros días: hay más gente, menos amable, algunos huelen como si no se hubieran duchado en todo el fin de semana.
4. Madrugas y los bichos que habitan el metro de Barcelona, también.
5. Parece que el próximo fin de semana no vaya a llegar nunca ¡Faltan 96 horas para ello!
6. El día se hace más eterno. Los minutos se convierten en horas y las horas, en días. Sientes que la vida funcione a cámara lenta, es como si alguien le hubiera aplicado el slow motion a la vida. Ánimo, que queda menos para irse a la cama…y que sea martes.
7. Todo el mundo está borde: que seamos del sur no quiere decir que tengamos que estar siempre de jauja.
8. Te sientes peor contigo mismo: los lunes te miras al espejo y te repites ese comienzo a la vida sana que nunca vas a tener.
9. Te encantaría cambiar de trabajo, de ciudad, de vida…
10. Y lo peor de todo: los lunes son como el Día de la Marmota, siempre vuelven